El director Christopher Nolan lo hizo de nuevo. Conocido por sus intrigantes thrillers psicológicos, ahora regresa con El Gran Truco, una cinta sobre venganza y las mentes obsesivas de dos magos rivales.
Basada en la novela de Christopher Priest, la película examina la naturaleza destructiva de la venganza, enmarcada elegantemente en el mundo competitivo de la magia. Amparada en el concepto del "truco", la cinta bordea la ciencia ficción al deslindarse por momentos de la realidad.
Robert Angier y Alfred Borden son, como Borden bien lo dice, "dós jóvenes devotos a la ilusión". Aunque al principio compañeros, los dos se vuelven enemigos cuando Angier culpa al otro de la muerte de su esposa Julia, durante un truco mal ejecutado. Luego de la tragedia, la vida personal y profesional de Borden florece, parcialmente debido al éxito de su truco original, El Hombre Transportado. Mientras tanto, la vida de Angier transita por la trayectoria opuesta; y lleno de dolor e ira se embarca en un camino vengativo con consecuencias letales.
Pero, como podría esperarse en un filme que se trate de magia, las cosas raramente son lo que parecen.
Con el apoyo de sus actores, Nolan nos presenta un filme más convencional a sus ejercicios previos; un elegante diseño de producción nos sumerge de inmediato en el mundo de las ilusiones. La obsesión tiene la cara de Hugh Jackman, cuyo carisma a ratos opaca al metódico y frio "Profesor" Bale. El catalizador emocional lo brinda Michael Caine, quien nos enseña que aunque busquemos el secreto, no estamos muy interesados en saberlo de verdad. Queremos ser engañados, porque ahí yace nuestro deseo oculto de creer que la magia existe.
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