_____ quiere ser tu amigo en Facebook es quizás una de las frases que han signado esta década. A raíz de la creación de la red social surgió una nueva manera de relacionarnos. La metamorfosis en las relaciones humanas tiene un antes y un después de Facebook.
Y el origen de este fenómeno es la excusa perfecta para la más reciente cinta del director David Fincher, La Red Social.
¿Por qué digo una excusa? Porque no vamos a ver una historia sobre lenguajes de programación, ecuaciones matemáticas sobre cómo millones de personas se conectan a una red y comparten fotos, mensajes o videos. No.
La Red Social es la eterna historia de la aspiración individual por pertenecer a un grupo, del poder que se obtiene con "la exclusividad", de ganadores y segundones, de rechazo y de aceptación, de amistad y traición.
Lo genial de la cinta es la manera como está narrada, un duelo intelectual entre su creador, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), y los abogados de su ex mejor amigo, Eduardo Saverin (Andrew Garfield) y sus enemigos, los gemelos Winklevoss (Armie Hammer).
Camos al pasado y se nos permite echar un vistazo a la experiencia universitaria -exclusiva y elitesca- de Harvard, donde mentes brillantes conviven con otras presiones, la tradición, el clasismo, los privilegios, la cultura de ganar, de ser el primero, de entender que en el mundo nadie recuerda al que llega en segundo lugar.
En dos horas de rapidísimo diálogo concebido por Aaron Sorkin, Fincher se las arregla para plasmar una especie de thriller legal con toques de drama y comedia, bajo una paleta fotográfica de marrones y azules, fría como una pantalla de computador, como su protagonista.
Los acordes musicales de Trent Trenzor y Atticus Ross nos acompañan cómplices en esta historia donde palabras van y vienen como balas de ametralladora, absorbiéndonos en un mundo tan exclusivo como uno de esos clubes sociales de Harvard, donde tenemos el chance de observar como pocos poderosos deciden el destino de muchos, a veces sin saber a ciencia cierta las consecuencias, los cambios y el impacto que sus decisiones tendrán en el mundo, y en ellos mismos.
Y el origen de este fenómeno es la excusa perfecta para la más reciente cinta del director David Fincher, La Red Social.
¿Por qué digo una excusa? Porque no vamos a ver una historia sobre lenguajes de programación, ecuaciones matemáticas sobre cómo millones de personas se conectan a una red y comparten fotos, mensajes o videos. No.
La Red Social es la eterna historia de la aspiración individual por pertenecer a un grupo, del poder que se obtiene con "la exclusividad", de ganadores y segundones, de rechazo y de aceptación, de amistad y traición.
Lo genial de la cinta es la manera como está narrada, un duelo intelectual entre su creador, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), y los abogados de su ex mejor amigo, Eduardo Saverin (Andrew Garfield) y sus enemigos, los gemelos Winklevoss (Armie Hammer).
Camos al pasado y se nos permite echar un vistazo a la experiencia universitaria -exclusiva y elitesca- de Harvard, donde mentes brillantes conviven con otras presiones, la tradición, el clasismo, los privilegios, la cultura de ganar, de ser el primero, de entender que en el mundo nadie recuerda al que llega en segundo lugar.
En dos horas de rapidísimo diálogo concebido por Aaron Sorkin, Fincher se las arregla para plasmar una especie de thriller legal con toques de drama y comedia, bajo una paleta fotográfica de marrones y azules, fría como una pantalla de computador, como su protagonista.
Los acordes musicales de Trent Trenzor y Atticus Ross nos acompañan cómplices en esta historia donde palabras van y vienen como balas de ametralladora, absorbiéndonos en un mundo tan exclusivo como uno de esos clubes sociales de Harvard, donde tenemos el chance de observar como pocos poderosos deciden el destino de muchos, a veces sin saber a ciencia cierta las consecuencias, los cambios y el impacto que sus decisiones tendrán en el mundo, y en ellos mismos.
Comentarios
la Peli, buena pero simplemente Overrated