Publicada en el 2001.
Crimen sin redención
La viuda de Saint-Pierre no es una mujer. Es el instrumento que deja a las mujeres sin esposo.
La viuda de Saint-Pierre es una guillotina.
En el año 1850, en la pequeña isla franco-canadiense de Saint Pierre, Neel Auguste es condenado a muerte por asesinato, pero bajo la ley francesa sólo puede ser ejecutado con la guillotina.
Pero en Saint Pierre no hay viuda (coloquialismo francés para la palabra guillotina), así que hay que esperar que importen una.
Pero en Saint Pierre no hay viuda (coloquialismo francés para la palabra guillotina), así que hay que esperar que importen una.
El condenado (Emir Kusturica) es un hombre taciturno, gentil y dócil. Está bajo la custodia del capitán de la guarnición militar de la isla (Daniel Auteuil), un hombre independiente, orgulloso, humano y muy enamorado de su esposa, conocida como Madame La (Juliette Binoche). Ella, con la aprobación de su esposo, rehabilita al prisionero, ofreciéndole confianza y la oportunidad de redimirse a través del servicio comunitario.
Mientras Neel se gana poco a poco la simpatía y los corazones del pueblo, el Gobernador de la isla, pomposo y dedicado a mantener su propia autoridad por encima de cualquier principio de justicia e igualdad, se afana con determinación a llevar a cabo la ejecución.
Este es un film sobre el fatalismo. La viuda de Saint-Pierre es una cinta sobre las elecciones morales, los crímenes sin redención y el amor de una pareja fortalecido por el respeto mutuo. Kusturica, director de piezas de gran calidad como Undergorund, debuta como actor en un rol que dice poco pero expresa millones con sus ojos y lenguaje corporal. Juliette Binoche brilla como la heroína apasionada y voluntariosa, mientras que Auteuil refleja perfectamente la confianza y nobleza del capitán, virtudes basadas en su convicción y autoridad, no en su título o uniforme.
Sin crear un discurso aleccionador, Leconte también nos entrega una lección sencilla pero conmovedora, que nos hace reflexionar: cualquier oportunidad de redención en esta vida perece junto al condenado a muerte.
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