Versionar una película no es tarea fácil.
Muchos han tratado y fracasado rotundamente. No se trata de contar la misma
historia, sino de hacerlo de una manera que -aun conociendo la trama- nos
enganche, nos motive a revisitar personajes, lugares y momentos.
Afortunadamente el director David Fincher
supera con creces la prueba en la adaptación americana de la novela de Stieg Larsson, Los
Hombres que no Amaban a las Mujeres, ahora titulada La Chica del Dragón
Tatuado. Con su impecable estilo cinematográfico y su habilidad comprobada para
narrar suspenso, Fincher nos lleva de regreso a los pálidos paisajes de Suecia
y a reencontrarnos con los ya famosos personajes de Larsson, Mikael Blomkvist y
la inolvidable Lisbeth Salander.
La historia -con cambios menores- es la misma:
el periodista Mikael Blomkvist, acusado de calumniar a un empresario
financiero, recibe una llamada de Henrik Vanger, un magnate que le ofrece un
trabajo inusual: investigar la muerte de su sobrina Harriet, quien desapareció
en 1965 y cuyo asesino -de acuerdo con Vanger- lo ha estado atormentado durante
40 años.
La adaptación del guionista Steve Zaillian es
más fiel a la novela, aunque suaviza la temática Nazi y exalta la relación
personal de los dos protagonistas. Daniel Craig es un buen Mikael Blomkvist,
más heroico y capaz que como se percibe su rol en la novela. Por su parte
Rooney Mara es una Lisbeth más vulnerable y menos agresiva que su contraparte
tanto en papel como en la cinta sueca, donde Noomi Rapace catapultó a Salander
como uno de los personajes de cine más interesantes de la última década. Dicho
esto, Mara hace un gran trabajo con Lisbeth, mostrando sus heridas físicas y
emocionales y esa cualidad de heroína/mártir que es tan irresistible como
atemorizante. El reparto hace su trabajo eficazmente, siendo el único punto
débil -a mi juicio- Yorick van Wageningen como Nils Bjurman. No se trata de
comparar una película con otra pero el actor de la versión sueca, Peter
Andersson, me pareció más acertado en su interpretación.
David Fincher captura con perfección el tono
glacial y misterioso que el thriller demanda, manteniéndonos a distancia mientras
somos testigos de los sucesos pavorosos y sórdidos que solo las mentes enfermas
son capaces de maquinar.
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