Publicada en el 2001.
Juegos peligrosos
Espiar es un juego y es un juego sin límites, despiadado, que puede generar mucha crueldad y cinismo. Un montón de personas entrenadas en las artes de la decepción y la traición. Y en ese momento, ¿en quién se puede confiar?
Para Nathan Muir (Robert Redford) la respuesta está clara. En nadie. Muir es un veterano astuto del espionaje internacional. A sólo 24 horas de su retiro de la CIA, él tendrá que enfrentar su misión más difícil: Tom Bishop (Brad Pitt), su pupilo y ex protegido, ha sido arrestado en una prisión china y será ejecutado en 24 horas. Conflictos dipomáticos y de comercio se interpondrán en un posible rescate de Bishop; por ello, la CIA está buscando excusas para no salvarlo y Nathan tendrá que involucrarse por última vez en el peligroso juego del espionaje para recatar a Bishop de una muerte segura.
La verdadera historia en este thriller es la creación y educación de Bishop como espía y la relación con su tutor. Tom y Nathan no son únicamente mentor y pupilo; son casi el mismo reflejo ante un espejo.
El director Tony Scott hace uso de su acostumbrado estilo y ritmo visual para darle a cada uno de los escenarios una atmósfera hiperkinética. El ritmo del film, aunque narrado casi por completo en flashbacks y recuerdos, se las arregla para mantenernos enganchados a la historia.
Inteligente pero anticlimático en su desenlace, Juegos de Espías aplica las reglas para lograr su efectividad. Más que nada, tiene un gran actor de protagonista que es la voz de la razón, que juega con las personas como si estuvieran en su propio tablero de ajedrez. Sin salir de los cuarteles de la CIA, Nathan Muir tiene más acción de la que nosotros podemos esperar. Porque para él, el juego está en la mente.
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