Publicada en el 2002.
Para conseguir a su alma gemela Meg Ryan ha cruzado Norteamérica (Desvelados en Seattle) y ha intercambiado mensajes ciberespaciales (Tienes un E-mail). Ahora, en Kate y Leopold, experimentará viajar en el tiempo para lograr su sueño de amor perfecto.
Para conseguir a su alma gemela Meg Ryan ha cruzado Norteamérica (Desvelados en Seattle) y ha intercambiado mensajes ciberespaciales (Tienes un E-mail). Ahora, en Kate y Leopold, experimentará viajar en el tiempo para lograr su sueño de amor perfecto.
Kate es una mujer cínica de negocios del siglo XXI que será deslumbrada por los encantos de un duque británico del siglo XIX, Leopold (Hugh Jackman).
La cinta abre en el Manhattan de 1876, durante la inauguración del puente Brooklyn. Leopold es un noble de visita en la ciudad, en busca de una esposa que lo salve de la ruina.
Durante un baile de sociedad, el apuesto duque se percata de la presencia de un hombre extraño que observa y fotografía a los invitados. El hombre resulta ser Stuart, un científico amateur de nuestra época que ha descubierto portales para viajar en el tiempo.
Como es de esperarse, Stuart regresa a New York y Leopold lo sigue, descubriendo así las maravillas modernas del futuro, la pérdida de la etiqueta y modales de la era victoriana y a Kate, por supuesto.
A partir de ese momento, la historia entra en el piloto automático que suele caracterizar a las películas del género: personalidades opuestas que primero se desagradan, luego se atraen, enamoramientos, conflictos, unas cuantas lágrimas y un final feliz.
Con su trama sin sentido, Kate y Leopold es la clase de película donde el romance y la fantasía prevalecen ante la narrativa lógica. Si lo único que les preocupa es la suerte de sus adorables protagonistas, no dejen que el sentido común arruine el disfrute de esta simpática historia, a veces graciosa, otras francamente manipuladora y sentimental.
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