Tortuoso encuentro de almas gemelas
La literatura inglesa nos regala una nueva adaptación de la novela de Jane Austen, Orgullo y Prejuicio, protagonizada por Keira Knightley y Matthew McFayden.
En los estratos sociales ingleses del siglo XVIII, la importancia de lograr un buen matrimonio se mantuvo como uno de los pilares fundamentales de su cultura. Con semejante patrón, es mucho más que comprensible que vivir bajo ese tipo de presión y restricciones sociales sea una frustración, especialmente para la impetuosa Elizabeth Bennet.
Segunda entre cinco hermanas, Lizzie podría considerarse la rebelde de la familia, sin ningún deseo neurótico de casarse o verse sometida a los rituales del cortejo tradicional de la época.
Pero cuando su madre casamentera olfatea una remota posibilidad de casar a su hija mayor Jane (Rosamund Pike) con un soltero bastante cotizado (Simon Woods) Elizabeth se tropieza accidentalmente con la horma de su zapato, el muy reservado, tímido y taciturno Mr. Darcy (McFayden).
Darcy reconoce a leguas las intenciones de la Sra. Bennet y por un sincero deseo de protección evita que su amigo se comprometa con Jane, mientras él y Elizabeth inician una turbulenta relación de atracción/odio.
Una de las observaciones más agudas de las novelas de Austen es que los acaudalados parecen juzgar a los menos prósperos por tratar de asegurarse un matrimonio venturoso, sin darse cuenta que estos ellos hacen exactamente lo mismo.
El film tuvo la suerte de contar con un hermoso reparto: desde las infantiles hermanas de Elizabeth, pasando por su descarada madre, la prepotente Lady Catherine (interpretada por una soberbia Judi Dench) y Donald Sutherland como el distraído y bonachón patriarca Bennet. Claramente, los protagonistas de la historia –Knightley y McFayden- brillan por encima de este grupo. Como Lizzie, Knightley es una mezcla chispeante de pasión, rebeldía y vulnerabilidad. Mr. Darcy por su parte, encuentra en McFayden la mezcla perfecta de inteligencia, enigma, volatilidad y frialdad, pero simplemente con su mirada es capaz de dejarnos ver que su actitud es sólo una máscara.
¿Quién es más orgulloso(a) o prejuicioso(a)? Es difícil decidir, y es por ello que el romance de estos dos es tan provocador. Es claro que Elizabeth y Mr. Darcy están hechos el uno para el otro, aunque ni ellos mismos lo reconocen al principio, pues el suyo es un encuentro de almas gemelas.
En los estratos sociales ingleses del siglo XVIII, la importancia de lograr un buen matrimonio se mantuvo como uno de los pilares fundamentales de su cultura. Con semejante patrón, es mucho más que comprensible que vivir bajo ese tipo de presión y restricciones sociales sea una frustración, especialmente para la impetuosa Elizabeth Bennet.
Segunda entre cinco hermanas, Lizzie podría considerarse la rebelde de la familia, sin ningún deseo neurótico de casarse o verse sometida a los rituales del cortejo tradicional de la época.
Pero cuando su madre casamentera olfatea una remota posibilidad de casar a su hija mayor Jane (Rosamund Pike) con un soltero bastante cotizado (Simon Woods) Elizabeth se tropieza accidentalmente con la horma de su zapato, el muy reservado, tímido y taciturno Mr. Darcy (McFayden).
Darcy reconoce a leguas las intenciones de la Sra. Bennet y por un sincero deseo de protección evita que su amigo se comprometa con Jane, mientras él y Elizabeth inician una turbulenta relación de atracción/odio.
Una de las observaciones más agudas de las novelas de Austen es que los acaudalados parecen juzgar a los menos prósperos por tratar de asegurarse un matrimonio venturoso, sin darse cuenta que estos ellos hacen exactamente lo mismo.
El film tuvo la suerte de contar con un hermoso reparto: desde las infantiles hermanas de Elizabeth, pasando por su descarada madre, la prepotente Lady Catherine (interpretada por una soberbia Judi Dench) y Donald Sutherland como el distraído y bonachón patriarca Bennet. Claramente, los protagonistas de la historia –Knightley y McFayden- brillan por encima de este grupo. Como Lizzie, Knightley es una mezcla chispeante de pasión, rebeldía y vulnerabilidad. Mr. Darcy por su parte, encuentra en McFayden la mezcla perfecta de inteligencia, enigma, volatilidad y frialdad, pero simplemente con su mirada es capaz de dejarnos ver que su actitud es sólo una máscara.
¿Quién es más orgulloso(a) o prejuicioso(a)? Es difícil decidir, y es por ello que el romance de estos dos es tan provocador. Es claro que Elizabeth y Mr. Darcy están hechos el uno para el otro, aunque ni ellos mismos lo reconocen al principio, pues el suyo es un encuentro de almas gemelas.
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