Mis consentidos de Marvel vuelven a la palestra con uno de sus héroes menos populares, el Hombre de Hierro (¡digámosle Iron Man, me gusta más como suena!). Y la mejor decisión que pudieron tomar fue contratar al magnífico Robert Downey Jr. para darle vida a Tony Stark. Este es un hombre profundamente imperfecto, equivocado, lleno de vicios y en definitiva un verdadero anti-héroe. Hablo de Tony Stark, ojo.
Stark es un gazillonario alcohólico, mujeriego, dueño de un conglomerado de empresas productoras de armas, cuyo jet privado viene con un tubo incorporado para bailarinas exóticas.
Pero su extravagante estilo de vida es parado en seco cuando la caravana militar en la que está viajando es emboscada en Afganistán por un grupo insurgente que le exige que construya un misil compuesto por piezas que provienen de su propia compañía. Así, con la ayuda de un científico local, Stark engaña a sus secuestradores y escapa de sus tentáculos en un traje que lo convierte en el Iron Man versión 1.0.
A su regreso a USA, Stark tiene un cambio de conciencia y de vida, que prende las alarmas a su socio Obadiah Stone (el maravilloso Jeff Bridges) y deja desconcertados tanto a su mejor amigo Jim Rhodes (Terrence Howard), como a su fiel asistente Pepper Potts (Gwyneth Paltrow). Su próximo paso es, por supuesto, el upgrade del traje 1.0 a la versión 2.0. y dedicarse a proteger con sus habilidades y tecnologías a todos sus enemigos. Es un tipo de pacifista capaz de matar a quien se oponga a su pacifismo. Brillante.
El director Jon Favreau pasa con brillantes colores la tarea de dirigir una película de acción. El ritmo es vibrante, el diálogo echa chispas, la acción abunda pero no es excesiva, el soundtrack es dinamita y los actores se lucen. Pero este circo es de Downey, que se sumerge en el personaje como el gran actor que es. La elección no pudo ser mejor. Sus parlamentos son excelentes, su desparpajo, sarcasmo y picardía no opacan su vulnerabilidad, y eso lo hace encantador.
Iron Man rocks!!
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