Up significa arriba. Y bien arriba es donde está Pixar. Estos genios se superan una y otra vez, ganándose su bien merecida reputación.
Carl y Ellie sueñan con conocer Paraíso Perdido en Suramérica (¿o deberíamos decir la Gran Sabana en Venezuela?) pero la vida siempre se interpone en sus planes. Setenta años transcurren, y luego de la muerte de Ellie, Carl decide cumplir su sueño. Amarrando miles de globos a su casa, Carl despega a tierras desconocidas pero su plan se altera cuando descubre un polizón a bordo, Russell, un boy scout con espíritu aventurero y muchas ganas de conseguir medallas de mérito. Las sorpresas que aguardan al inimaginable dúo van desde lo bizarro hasta lo peligroso.
Lo han dicho cientos de personas y yo lo repito, los primeros 15 ó 20 minutos de UP son maravillosos. Desgarradores, gloriosos, poéticos. Son una vida entera (la de Carl y Ellie) contada con sus dulces y sus amargos. Uno no esta viendo la vida de otros, está viviéndola con ellos.
Luego de esta impresionante secuencia, la película adquiere un tono más tradicional y dirigido al público infantil: animales exóticos, perros que hablan, secuencias de acción y comedia y pare de contar. En medio de toda este malabarismo, la casi inexistente relación de Carl y Russell comienza a formarse poquito a poco, de manera tierna y dulce.
Y es aquí donde Pixar es estelar; no en su animación, que es excelente y mejora con cada uno de sus largometrajes; ni en sus complacientes personajes de relleno que buscan conquistar la atención de los más pequeños. Es en los corazones de sus personajes, Carl y Russell y la necesidad que tienen ambos de afecto, de cumplir sus sueños y descubrir que la vida -incluso con sus partes aburridas y amargas- es una aventura que no debe dejar de ser vivida sin alegría.
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