Hace 15 años se inició una transformación en el mundo de la animación cinematográfica cuando un pequeño estudio llamado Pixar conquistó nuestra atención con una cinta llamada Toy Story.
En el año 2000 y contra todo pronóstico de que nunca segundas partes fueron buenas, Pixar se anotó otro éxito rotundo con Toy Story 2. Fueron sus personajes, sus historias bien narradas, más que su avanzada tecnología, lo que catapultó estas películas a un lugar especial en el corazón del público.
Y ahora para cerrar con broche de oro, Pixar nos regala otra joya cinematográfica en Toy Story 3.
El tiempo no sólo pasó para nosotros, sino también para nuestros adorados juguetes. Desterrados a un baúl, el clan de Woody y Buzz parece haber sido olvidado por su dueño Andy, quien está a punto de irse a la Universidad. Confrontados ante el dilema de ser enviados al ático o donados a la guardería Sunnyside, todos salvo el leal Woody parecen resignados a una existencia en el exilio. Y cuando por una equivocación toda la pandilla termina en Sunnyside, pareciera –por un breve período- que nuestros amigos han encontrado un paraíso utópico donde su razón de ser no tiene fecha de expiración.
Crecer, madurar, decir adiós y seguir adelante son algunas de las lecciones que aprendemos en Toy Story 3. La historia se las arregla para mostrarnos los cambios vividos por los juguetes, sus razonamientos, sus sentimientos y motivaciones. Los guionistas nos llevan de la mano combinando drama, aventuras, suspenso y comedia mientras el tercer acto alcanza su cúspide emocional y un cierre conmovedor, agridulce y nostálgico se apodera de los sentidos, llevándonos a ese recuerdo oculto en nuestras memorias que nos hace revivir la niñez y agradecer a estos fieles amigos por habernos dado lo mejor de sí mismos, por tantos buenos momentos.
Gracias Pixar por este regalo, la mejor película –hasta los momentos- de lo que va del año 2010. Mientras siempre exista alguien dispuesto a jugar, la magia no desaparecerá.
En el año 2000 y contra todo pronóstico de que nunca segundas partes fueron buenas, Pixar se anotó otro éxito rotundo con Toy Story 2. Fueron sus personajes, sus historias bien narradas, más que su avanzada tecnología, lo que catapultó estas películas a un lugar especial en el corazón del público.
Y ahora para cerrar con broche de oro, Pixar nos regala otra joya cinematográfica en Toy Story 3.
El tiempo no sólo pasó para nosotros, sino también para nuestros adorados juguetes. Desterrados a un baúl, el clan de Woody y Buzz parece haber sido olvidado por su dueño Andy, quien está a punto de irse a la Universidad. Confrontados ante el dilema de ser enviados al ático o donados a la guardería Sunnyside, todos salvo el leal Woody parecen resignados a una existencia en el exilio. Y cuando por una equivocación toda la pandilla termina en Sunnyside, pareciera –por un breve período- que nuestros amigos han encontrado un paraíso utópico donde su razón de ser no tiene fecha de expiración.
Crecer, madurar, decir adiós y seguir adelante son algunas de las lecciones que aprendemos en Toy Story 3. La historia se las arregla para mostrarnos los cambios vividos por los juguetes, sus razonamientos, sus sentimientos y motivaciones. Los guionistas nos llevan de la mano combinando drama, aventuras, suspenso y comedia mientras el tercer acto alcanza su cúspide emocional y un cierre conmovedor, agridulce y nostálgico se apodera de los sentidos, llevándonos a ese recuerdo oculto en nuestras memorias que nos hace revivir la niñez y agradecer a estos fieles amigos por habernos dado lo mejor de sí mismos, por tantos buenos momentos.
Gracias Pixar por este regalo, la mejor película –hasta los momentos- de lo que va del año 2010. Mientras siempre exista alguien dispuesto a jugar, la magia no desaparecerá.
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