¿Existe la libre voluntad? ¿Estás en control de tu vida o existe una fuerza mayor que toma las decisiones? La eterna diatriba vuelve a la palestra en el film Agentes del Destino. Y no hay mejor razón que el amor para descubrir cuál de las dos verdaderamente se impone en esta historia.
Al parecer, el universo sí tiene un plan maestro. Cada ser humano nace con un objetivo, una misión. Pero en el caso de David Norris (Matt Damon), el plan incluye conocer al amor de su vida, la bella Elise Sellas (Emily Blunt) pero no la parte de "vivieron felices para siempre".
Un senador con un brillante futuro y una prometedora bailarina se conocen bajo las circunstancias más inusuales y surge una conexión. Un momento que cambia la vida de ambos. Un beso. Pero la perspectiva de un romance es opacada por algo más grande. El destino. Un alguien, llamado "The Chairman" a quien jamás hemos visto, ha trazado nuestro camino, y para asegurarse de que se cumpla, una legión de agentes en fedoras y abrigos está desplegado en la Tierra, presto a intervenir y reajustar el plan de cada ser humano.
Los Agentes del Destino, basada en una historia corta de Phillip K. Dick, tiene una carga teológica y filosófica que aunque sirve de trasfondo para desarrollar la trama, no se convierte en su eje central. La película, abundante en acción y fantasía, nos cautiva con una premisa más sencilla: podrán estas dos personas, claramente hechas la una para la otra, desafiar los planes ya delineados para ellos e imponer su voluntad?
No recuerdo haber visto una conversación de escasos cinco minutos que pudiera motivarme a conocer el desenlace de una historia. Esa escena, que pone en movimiento al film, está perfectamente ejecutada. La clave reside en la buena química de Matt Damon y Emily Blunt. Porque más allá de una historia que seguramente tiene algún agujero en su guión, de su ingeniosa propuesta (puertas que te trasladan a diferentes puntos geográficos de la ciudad), quienes nos importan son David y Elise. Sin hacer a un lado a los agentes, simpáticos ejecutores de órdenes, ni buenos ni malos, son nuestros protagonistas, con su romance cliché, con cada obstáculo que superan, cada risa, confesión y esa picardía en sus miradas, quienes nos mantienen por casi dos horas vociferándole a ese ser invisible que somos nosotros quienes tenemos el control de nuestra fortuna, y que él, aunque lo tilden de infalible, de vez en cuando también se equivoca.
Comentarios
Muy buena, y ciertamente muy buena química entre Damon y Blunt